Era una tarde lluviosa, uno de esos
días que amanecen soleados y calurosos y con el paso de las horas la
luz va dando paso a la oscuridad. Tan solo son las siete de la tarde
del mes de junio y ya prácticamente no hay indicios de luz solar. Lo
que prometía ser una tarde perfecta para hacer running se había
convertido en un inmensa duda en la cabeza de Lucía, salir o no
salir. La verdad es que ya no llovía y la temperatura no era mala
del todo y claro tenía un nuevo modelo que quería estrenar por lo
que decidió salir a sudar su nuevo modelito de running.
Era tal la oscuridad que tuvo que
ponerse esas pequeñas luces rojas parpadeantes que se enganchan en
la parte posterior de la ropa para ser vistos. Lorena muy coqueta
ella a diferencia de otros deportistas le gustaba poner las luces en
su cintura por detrás justo en medio para a si presumir de su buena
figura, la mayoría prefiere el talón de las zapatillas o un
brazalete al brazo pues resulta más cómodo. Con semejante día el
running fue solitario ninguna de sus habituales compañeras de
sudores estuvo dispuesta a despegar el culo del sofá. Tomó una ruta
bastante iluminada y céntrica con semejante día tenia el miedo de
dar un resbalón o que se pusiera a llover por lo que prefirió
correr por la ciudad y también porque no decirlo así lucir su nuevo
top y shorts entre la multitud.
Pasaban los minutos y Lorena cada vez
se encontraba más fuerte, más cómoda estaba en uno de esos
momentos en el que pensaba que era la Diosa del mundo estaba
totalmente on fire!!Su energía y confianza estaban a niveles
inhumanos lo que la llevo a mirar su reloj, 25 minuto y 17 segundos
le pareció poco tiempo para parar y siguió corriendo sin rumbo
hasta el fin del mundo correría se sentía imparable. Ya no le
asustaba ni la oscuridad, ni la lluvia nada podía de tenerla. Tal
era su estado que perdió el sentido del tiempo y hasta me
aventuraría a decir que un sentido tan importante como el del miedo
lo dejó aparcado.
El corazón latía cada vez con más intensidad, era tal el esfuerzo
que sufría la sensación de que sus músculos querían romper ese
top y ese short que tanto le gustaban. Su jadeo cada vez era más
intenso y las fuerzas empezaban a desaparecer y llevó su mirada a su
muñeca y 59 minutos y 22 segundos, soltó entre un suspiro un suave
pero claro -joder-. Se detuvo y llevando las manos a las rodillas
inclino su cuerpo y pudo comprobar que estaba muy pero que muy
cansada las fuerzas estaban en mínimos y lo peor de todo el cielo
seguía amenazante. Cuando se reincorporó y alzó la vista fue el
momento crítico y volvió a mirar su muñeca 59 minutos y 22
segundos se había dado cuenta que estaba muy lejos de casa puesto
que no corrió en círculos sino en linea mas o menos recta, una hora
corriendo de camino a casa tenia por delante, moralmente se vino a
bajo.
El
lugar donde se encontraba tampoco era de lo más hospitalario, era un
viejo polígono industrial a medio construir de esos proyectos de
alcaldes con grandes aspiraciones que les pilló a mitad camino la
crisis y se quedó todo a medio camino por lo que tendría difícil
poder volver con alguien conocido. La opción de hacer auto-stop en
esa zona era un negligencia tremenda. Correr era la mejor opción.
Pero sus piernas pronto le gritaron que ya no había fuerzas y para
empeorar más la cosa empezó a llover. Puedo llegar rápido a una
rotonda que tenia un objeto en medio muy raro de algún artistas de
estos que fuman hierba y puedo meterse debajo y pese que estaba a
medio hacer por lo menos tenia algo que le tapaba de la lluvia y le
evitaba mojarse. Mientras que esperaba a que cesara la lluvia por su
cabeza no paraban de aparecer recuerdos de películas de estas que
emiten los fines de semana en la sobre mesa y eso le provocaba un
alto estado de nerviosismo.
Pasaron
aproximadamente unos 15 o 20 minutos y dejó de llover y por fin pudo
salir de esa espantosa rotonda y empezar a caminar de vuelta a casa.
Ahora al agotamiento se unió el frío, lo que empezó como un
entreno espectacular se había convertido en un autentico calvario.
Anduvo por aquel solitario polígono pero Murphy y sus leyes hacían
acto de presencia. Empezó a notar calambres en sus piernas hasta el
punto que ya no podía ni mantenerse en pie y tubo que que tomar la
dura y poco querida decisión de sentarse en el suelo y esperar a
Dios sabe que. Una luz apareció al fondo de la calle y lentamente se
acercaba hasta ella. Se trataba de un coche de alta gama, se puso
paralelo a ella y bajó la ventanilla, era un hombre de unos
cincuenta años aproximadamente muy bien vestido. Lorena se puso en
pie y se acercó a la ventanilla y antes de poder decir nada el
hombre del coche le pidió precio por un completo. Lorena enmudeció
por segundos jamás pensó que la podrían confundir con una
prostituta pero fue capaz de reaccionar y explicar su situación.
Pero Murphy y sus leyes estaban presentes, el hombre del coche se
ofreció a llevarla de vuelta a casa a cambio de sexo oral a lo que
ella se negó rotundamente cosa que no sentó nada bien al conductor
que con dureza abrió la puerta para golpear con ella a Lorena y
largarse de allí dejando en el suelo bajo la ya suave lluvia a
Lorena.
Dolorida,
humillada, agotada, se logró poner en pie y empezar a caminar. No
era capaz de andar muchos metros sin detenerse. Tan solo había
corrido una escasa hora y le parecía estar a millones de kilómetros
de su hogar. La lluvia cada vez caía con más intensidad y no
encontraba lugar donde refugiarse. Y claro es de esperar que donde un
hombre con poder adquisitivo busca sexo es por que en la zona hay o
suele haber prostitutas y con Murphy y sus leyes cerca no serian
amigables. Finalmente ya casi en el término del polígono dos
prostitutas se cruzaron en su camino y se interesaron por ella. La
acompañaron dentro de una nave abandonada donde solían pasar la
noche entre polvo y polvo. Pero no era su día de suerte esas jóvenes
prostitutas aprovecharon su debilidad y la golpearon y robaron todo
lo que llevaba ropa, reloj, pulsera, colgante, zapatillas e incluso
la ropa interior. Quedó tendida en el suelo totalmente desnuda y
sangrado por una pequeña brecha que le había producido los golpes
de esas dos rameras.
Semiinconsciente
tirada en aquel sucio y oscuro lugar veía pasar el tiempo con el
miedo incrustado en su desnudo y dolorido cuerpo. Pasaban las horas y
escuchaba ruidos de vehículos a lo lejos y rara vez alguna voz.
Finalmente cayó inconsciente, para nunca volver a despertar. Días
más tardes un grupo de jóvenes adolescentes en una noche de fiesta
encontraron su cadáver sobre unas escaleras y pesé a la gran
consumo de alcohol y otras sustancias llamaron a emergencias.
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