Estamos en el siglo XXI. Con un simple gesto en nuestro teléfono, podemos comunicarnos al instante con alguien que se halla a miles de kilómetros de distancia. Es posible viajar de un punto a otro del planeta en varias horas; hace siglos recorrer esa distancia llevaba semanas, meses… años, si eran grandes travesías. Por eso creemos que nuestra sociedad es altamente avanzada.
Es cierto que una infinidad de inventos han hecho nuestra vida más fácil y cómoda, pero ¿realmente es nuestra sociedad tan avanzada como pensamos?
Sí desde un punto de vista materia, aunque dentro de unos años la tecnología habrá evolucionado tanto que los mecanismos actuales parecerán obsoletos. Pero desde el punto de vista de la razón, de la filosofía, del pensamiento y de las relaciones humanas, yo no creo que la sociedad esté tan avanzada como imaginamos de primeras.
Lo ideal sería que cada niño que nace en el mundo llegase a ser una persona íntegra y libre, para así alcanzar la felicidad. Para esto se necesita pensar y razonar por uno mismo. Existe una gran cantidad de ideologías, ya sean políticas, morales, musicales, etc. Y mucha gente intentará convencer o incluso obligar a que uno piense como ellos. Pero cada persona debe decidir con libertad qué forma de pensar concuerda con él, lo llena y lo transforma en alguien mejor, así como el estilo de vida que decide seguir.
Y esto no es fácil. Para elegir por uno mismo, primero hay que experimentar, contrastar y conocer el mundo y a las personas. Desgraciadamente, a las clases dominantes no les interesa formar personas íntegras y libres, ya que los rebaños de gente que no es capaz de razonar por sí misma son fáciles de manipular. Les interesa formar a los niños de manera que les sigan el juego, que caigan en sus garras de control; en otras palabras: que se conformen con el sistema y los hábitos sociales existentes porque no son capaces de imaginar otros más eficaces. Cuanto menos piense el pueblo, mejor.
Así que se suprimen durante muchos cursos asignaturas que ayudan a razonas, como la filosofía. Se acorralan las humanidades, los textos latinos y griegos, y se desconoce la forma de pensar de esos sabios. Se dejan a un lado con comentarios de texto, que nos ayudan a desarrollar un razonamiento crítico.
Se llena el temario de tecnología y asignaturas de esa rama. Los niños aprenderán desde su más tierna infancia a programar, a comunicarse online y todo lo que quieran. No les quedará nada por saber de tecnología. Pero únicamente con eso, formaremos pequeños robots. Lo primero es tener criterio, capacidad de decisión, saber elegir por uno mismo una ideología y un modo de vida; comprender a los demás, tolerarlos y amar. Esa es la esencia de una persona con todas las letras. Lo demás viene después y es un complemento.
Leyendo un artículo del periódico me encuentro con que un “visionario” asegura lo siguiente: Dentro de 20 años llevaremos lentes de contacto con conexión a Internet que nos proporcionarán datos biográficos acerca de la persona que tenemos delante. Es muy probable que así sea, lo cual me produce tristeza e inquietud. ¿Seguiremos quedando dentro de 20 años para tomar algo y charlar? ¿O se volverá todo poco a poco tan frío, tan falto de contacto humano?
Internet y las tecnologías tienen un gran número de ventajas, no obstante, esperemos que sus inconvenientes no nos hagan perder nuestra esencia de seres humanos.
Escrito por Inés Sanmiguel Suárez
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